Dossier

  

Para una traducción de los métodos digitales a los estudios latinoamericanos de la comunicación

Translating Digital Methods to Latin American Communication Studies


Resumen

Desde hace algo más de una década surgen aproximaciones metodológicas que abordan la World Wide Web, y, especialmente, aunque no exclusivamente, los contenidos producidos por los usuarios en las redes sociales, como un conjunto de datos digitales, con métodos y herramientas digitales. Por otro lado, en Latinoamérica existen cada vez más trabajos que usan datos digitales y herramientas informáticas en el campo de la comunicación social, aunque su desarrollo todavía no se encuentra generalizado, sistematizado ni profundamente estudiado. Estos abordajes constituyen un área de oportunidad para la innovación metodológica en los estudios de medios y comunicación. El auge de las redes sociales, que logró cambiar la Internet, no consiguió hacer lo mismo con los abordajes de investigación, que quedan estancados en las mismas temáticas y metodologías. Mientras que en el norte los objetos digitales son estudiados cada vez más con métodos digitales, en el sur siguen estudiándose con métodos analógicos. En este trabajo se plantea la necesidad de una traducción norte-sur de los métodos digitales para la investigación social, en el contexto de las particularidades de los estudios latinoamericanos de comunicación.

Palabras clave: 

métodos digitales; datos; comunicación; Latinoamérica.

Abstract

For a little more than a decade, new theories and methods to study the Internet culture as a set of digital data have emerged. These approaches address specially, although not exclusively, the contents produced by users in social networks with digital methods and digital tools. On the other hand, in Latin America the amount of research using digital data and computer tools in the field of social communication is increasing, although their development is still not widespread, systematized or deeply studied. These approaches constitute an area of opportunity for methodological innovation in media and communication studies. The rise of social networks, which managed to change the Internet, failed to do the same with research approaches, which are stuck in the same themes and methodologies. While in the north digital objects are studied more and more with digital methods, in the south they continue to be studied with analogical methods. In this work, the need for a north-south translation and vice versa of digital methods for social research, in the context of the particularities of Latin American communication studies.

Key words: 

digital methods; data; communication; Latin America.


PARA UNA TRADUCCIÓN DE LOS MÉTODOS DIGITALES A LOS ESTUDIOS LATINOAMERICANOS DE LA COMUNICACIÓN

Desde 2005, surgieron aproximaciones metodológicas que abordan la World Wide Web, y especialmente, aunque no exclusivamente, los contenidos producidos por los usuarios en las redes sociales, como un conjunto de datos digitales procesados y analizados con métodos y herramientas digitales. La iniciativa de métodos digitales (Rogers, 2009), la iniciativa de analítica cultural, más tarde denominada iniciativa de estudios del software (Manovich, 2009; 2015) y la sociología digital (Marres, 2017) son las principales corrientes que se ubican en la intersección entre los estudios de la cultura y los medios y las ciencias informáticas. Estas metodologías suponen la incorporación de nuevos conceptos, habilidades y técnicas de investigación, pero también un cambio fundamental en el objeto de estudio. Si las perspectivas etnográficas dominantes hasta hace una década se enfocaban en las prácticas de los usuarios de Internet, los métodos digitales se centran, específicamente, en los objetos producidos en la World Wide Web.

Por otro lado, en Latinoamérica existen cada vez más trabajos que usan datos digitales y herramientas informáticas en el campo de la comunicación social, aunque su desarrollo todavía no se encuentra generalizado, sistematizado ni profundamente estudiado. Tal como lo indica Meneses Rocha (2018), estos abordajes constituyen un área de oportunidad para la innovación metodológica en los estudios de medios y comunicación.

Ante el ya no tan nuevo giro computacional de las ciencias sociales y las humanidades (Berry, 2011), se hace necesaria una traducción epistemológica norte-sur (Waisbord, 2016) de los programas de investigación que usan métodos digitales que concilie dos culturas académicas diferentes. En este trabajo proponemos algunas reflexiones para lograr dicha traducción conciliatoria. Para llevar a cabo este cometido primero revisamos el estado de los estudios de Internet en América Latina en la era de las redes sociales, luego exponemos el estado actual de los programas de investigación basados en métodos digitales y, por último, proponemos algunas pautas para su adaptación a los estudios latinoamericanos de comunicación.

LOS ESTUDIOS LATINOAMERICANOS DE INTERNET ANTES DE LAS REDES SOCIALES

No existen demasiados estudios que documenten el proceso evolutivo de los estudios de Internet en América Latina, pero Trejo Delarbre (2013) ofrece un panorama completo desde los primeros trabajos hasta el año 2010. El autor afirma que estos se desarrollaron de una manera diferente a los estudios de medios masivos. Los estudios de Internet llegan a América Latina en un contexto general de globalización académica. Internet juega un importante papel en ese proceso, transformando de modo radical el modo de investigar sobre ella misma. Los intercambios de correo electrónico, las videoconferencias y la mayor disposición de información promueven el acercamiento y el intercambio entre investigadores. Luego de una primera etapa de ensayos reflexivos sobre las oportunidades y los riesgos de Internet, llevada a cabo en los años noventa, se abordaron temas variados desde diferentes perspectivas. Las líneas más cercanas a la economía de la información abordaron las brechas digitales, las inequidades en la distribución de conexiones e información y la falsa promesa de que Internet traería un mundo mejor. Por otro lado, las perspectivas cercanas al análisis cultural abordaron los nuevos usos y prácticas digitales. Con metodologías de corte etnográfico, se aproximaron a los cibercafés y centros de conexión interesándose en cómo los jóvenes interactuaban en la cultura digital. Algunas líneas se interesan por ver en Internet un fenómeno cultural revolucionario respecto de las formas de expresión previas, colocándose en línea con la ecología de los medios que sigue las reflexiones de Marshall McLuhan. Otras se interesaron por la educación con relación a las tecnologías y los programas de distribución de computadoras en el sistema escolar. Una muy importante la constituye el estudio del uso tecnológico en el contexto de los movimientos sociales latinoamericanos. Meneses Rocha (2018), por su parte, señala las oportunidades y desafíos que ofrecen las redes sociales para su estudio en el contexto latinoamericano. Entre las oportunidades se encuentra el alto uso de redes sociales en la región, que alcanza en promedio al 70 por ciento de los usuarios de Internet. Entre los desafíos, la autora identifica que el conocimiento para el estudio de redes sociales se encuentra concentrado en unos pocos centros de todo el mundo y no se han producido diseminaciones significativas de conocimiento en la región.

Con el propósito de comprender qué se estudia en Latinoamérica en la etapa de las redes sociales exploramos el repositorio Scielo.org, que indexa las revistas y artículos académicos de Latinoamérica. Si bien es cierto que otras bases de datos pueden contener estudios latinoamericanos sobre Internet, entendemos que por su propia característica los artículos que encontremos allí nos permiten obtener una imagen representativa de los estudios actuales. Realizamos búsquedas por palabras clave en las áreas relativas a la comunicación y las ciencias sociales, y las exportamos a una base de datos. Obtuvimos doscientos cuarenta y nueve registros a través de las palabras claves nuevos medios, facebook, instagram, big data y twitter (figura 1). Los registros recolectados corresponden a la totalidad de las búsquedas por palabra clave.

Para comprender si la producción que seleccionamos era cuantitativamente importante realizamos otras búsquedas teniendo en cuenta el paradigma de los medios masivos de comunicación y los estudios de Internet en general. La tabla 1 muestra la importancia de Internet como tópico de estudio, pero cuando se trata de estudiar específicamente las redes sociales la cantidad de estudios decrece frente a medios más tradicionales como la televisión y el cine.

Después realizamos un análisis de tópicos codificando los títulos bajo etiquetas representativas de las temáticas que aparecían en los artículos (figura 2). El análisis fue exploratorio y preliminar, pero pudimos identificar varias evidencias respecto de los estudios recientes de Internet. La primera es que el mapeo de tópicos confirma las prioridades temáticas ya identificadas en la bibliografía especializada, y también responde, por otro lado, a las preocupaciones principales de los estudios latinoamericanos.

Tabla 1. 

Estudios de medios de comunicación en América Latina

Término de búsquedaRegistros
Internet752
Televisión440
Cine349
Nuevos medios, redes sociales, big data249
Radio207

Fuente: Elaboración propia con datos obtenidos del repositorio Scielo.org por término de búsqueda en áreas de comunicación, ciencias sociales y afines (10 de octubre de 2018).

La segunda es que la red social más estudiada es Facebook con 103 menciones, lo cual nos lleva a pensar, con Felt (2016), que al no ser posible la extracción de datos en Facebook, los estudios son todos de corte cualitativo. Twitter, en cambio, es mucho menos abordada, con sólo quince menciones. Mientras que la primera se estudia con relación a algunas prácticas sociodigitales y a temáticas de juventud, la segunda se estudia en relación a campañas políticas y presentación de los políticos en la red social. Los trabajos en este caso también son de corte cualitativo.

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Fuente: Scielo.org (fecha de consulta: 10 de octubre de 2018)

Figura 1. 

Temáticas de investigación en redes sociales en América Latina

En general, los estudios identificados usan las redes sociales como instrumento de investigación, es decir, como fuente de documentación de los temas trabajados, pero sin propósito de comprender su funcionamiento o la materialidad de los objetos estudiados (Estalella y Ardévol, 2011). En estos trabajos existe poca reflexión sobre las redes sociales como espacios de producción e interacción que se construyen con funcionamientos y lógicas específicas del medio digital. El uso de Internet es transversal a otras temáticas. En muy pocos casos existe una reflexión de las posibilidades y restricciones y renovaciones que los medios digitales adhieren a las temáticas clásicas. Hay pocos trabajos en las categorías que la contienen, por ejemplo, sociabilidad y subjetividad o epistemologías.

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Fuente: Scielo.org (fecha de consulta: 10 de octubre de 2018)

Figura 2. 

Tópicos de estudio de redes sociales y Big Data en América Latina

PROGRAMAS DE INVESTIGACIÓN EN MÉTODOS DIGITALES: DESARROLLO, LIMITACIONES Y ALCANCES

En el plano internacional de los estudios en comunicación digital, 2007 marca el inicio de la instalación de los métodos digitales, entendido como el estudio de la Web como un set de datos al que se aplican un conjunto de técnicas informáticas para su procesamiento. Dos iniciativas principales marcan ese comienzo: por un lado, el Dr. Lev Manovich funda la Iniciativa de Estudios del Software, en la Universidad de California en San Diego, desde donde pone en circulación el concepto de analítica cultural (Manovich, 2015). Por el otro, el Dr. Richard Rogers bautiza como iniciativa de métodos digitales a su aproximación para hacer investigación relacionada con Internet, y funda la iniciativa métodos digitales en la Universidad de Ámsterdam (Del Campo y Meneses, 2017). Si bien ambos programas coinciden en un enfoque de objetos digitales nativos, lo que los diferencia de las humanidades digitales -centradas en objetos digitalizados (Rogers, 2015)- son las características epistémicas y metodológicas en el modo en que ambos llevan adelante sus programas de investigación.

La iniciativa de métodos digitales toma como antecedente directo la etnografía virtual, también denominada e-research (Estalella y Ardévol, 2011). En el primer texto que desarrolla sobre métodos digitales, Rogers (2009) alude a la etnografía digital ya desde el título de su texto. Se refiere a la concepción inicial de la etnografía digital, en la que existía una divisoria entre el mundo online y el offline. La etnografía digital -en sus orígenes denominada etnografía virtual- fue pionera en plantear una investigación sistemática sobre los modos en que las prácticas digitales modificaban las prácticas socioculturales y la constitución de comunidades. Esta corriente emerge en el año 2000 con la publicación del libro Virtual Ethnography (Hine, 2000). Frente a una concepción psicologista -que juzgaba negativamente al ciberespacio, caracterizándolo como empobrecedor, responsable de soledad y de aislamiento social- han sido los etnógrafos, entre otros especialistas, los que han demostrado su riqueza cultural y su importancia como ámbito de socialización (Hine, 2005). La etnografía digital ha hecho aportes importantes al estudio de Internet: sistematizó métodos de estudio, destacó la importancia cultural de la tecnología, innovó metodológicamente el campo de la etnografía y también se interrogó acerca de las relaciones entre los espacios en línea y fuera de ella. Entendió que el trabajo de campo del etnógrafo en el entorno online planteaba desafíos metodológicos, pero también brindaba oportunidades de hacer trabajos de campo sin tener que trasladarse presencialmente a las comunidades de estudio, y que ambos métodos etnográficos tenían igual valor. Los métodos de la etnografía digital se robustecieron a través de los años, y sus caminos se bifurcaron en dos corrientes. En la primera, Internet es un objeto de estudio que se investiga con métodos etnográficos; en la segunda, es un instrumento de investigación para los etnógrafos. En este caso el espacio digital constituye una fuente de datos para estudiar lo microsocial, pero no para estudiarlo en su materialidad constitutiva o como medio de comunicación. La red se emplea como instrumento, no como objeto de estudio. En este sentido, Internet ha sido incorporada a trabajo de campo de diversos modos: elaborando blogs como diarios de campo, estableciendo enlaces con informantes, analizando hiperenlaces. En esa línea, Internet ha sido fuente documental para estudiar diversos fenómenos sociales, como las técnicas de investigación asistida, el cáncer y las fotografías familiares desde los primeros años de este siglo, mucho antes del auge de las redes sociales (Estalella y Ardévol, 2011).

Lo que Rogers (2009) argumenta respecto de la etnografía digital es que dicha aproximación traslada las técnicas cualitativas del mundo fuera de línea, encuestas, entrevistas y análisis del discurso al análisis del espacio digital. Frente a la importación de los métodos de la etnografía tradicional al mundo en línea, Rogers propone estudiar lo digital con métodos creados para y en el medio digital. Desde su visión, los métodos del medio [media methods] deben sustituir a los métodos virtuales precisamente por la diferente materialidad de los objetos estudiados: objetos nativos digitales deben estudiarse con métodos también nativos. Los métodos del medio implican también la apropiación del lenguaje y de los objetos del medio: la investigación ya no se centra en los usuarios y su experiencia, sino en los objetos digitales. El repertorio que los investigadores deberán seguir consta de links, URL, hashtags, términos y motores de búsqueda, sitios web y perfiles de redes sociales.

Usar los métodos del medio significa, por otro lado, reorientar [repurpose] los dispositivos y objetos disponibles en Internet para la búsqueda, captura, almacenamiento y análisis de información producidos con varios fines, al específico de la investigación social (Mauri, 2014). Los métodos digitales se proponen ir más allá del estudio de la cultura digital; su objetivo se funda, en primer lugar, en “diagnosticar el cambio cultural y las condiciones sociales con Internet. El punto de partida principal del programa de investigación es el reconocimiento de Internet no sólo como objeto de estudio, sino como fuente” (Rogers, 2009, p. 3). De todos modos, no sería exacto afirmar que para Rogers existe una completa correlación entre el ground, palabra que usa para nombrar los entornos y experiencias no digitales y el medio online: “los métodos digitales no necesariamente buscan fundamentar todos los hallazgos en lo online, sino plantear el interrogante del status de la web como un sitio potencial para la fundamentación” (Rogers, 2013, p. 5). También hay un segundo argumento, y es el que las grandes empresas basadas en la Web usan las huellas o trazas que dejan sus usuarios para estudiar su comportamiento y hacer inferencias sobre sus prácticas sociales y consumos culturales. Este punto es controvertido: las prácticas de las plataformas sociales son aquí tomadas como argumento de autoridad. Se hace entonces necesario proponer un posicionamiento diferente en el los científicos usen los métodos digitales con fines críticos, diferentes a los del control social y la comercialización de datos (McKelvey, 2015).

La mediación de artefactos tecnológicos, fundamentalmente piezas de software desarrolladas ad hoc para sus investigaciones, o la reorientación de otras disponibles en la Web, pero creadas con objetivos diferentes, serán importantes actores que Rogers (2019) movilizará para construir un nuevo método. La tecnología había sido considerada por la etnografía digital, pero solo en su materialidad cultural, entendiendo que los artefactos de Internet reciben diferentes sentidos según los contextos en los que fueran usados. Para Rogers la tecnología tiene un peso diferente: pasa a ser un instrumento determinante para la investigación social. Su uso es imprescindible, ya que sólo con ellos podremos entender la creación, circulación y trayectorias de los objetos nativos digitales. Esta ventaja de los investigadores en métodos digitales por sobre los investigadores tradicionales: les otorga un margen competitivo y recursos para romper un paradigma, pero paradójicamente, para producir un nuevo modo de hacer ciencia ésta debe convertirse en normal (Kuhn, 2011). Es necesario formar una masa crítica de investigadores que reproduzcan las nuevas prácticas, las que deben ser replicables para que posean legitimidad académica.

La premisa de seguir el medio salda también el conflicto entre big y small data. En el nivel epistémico, el estudio de datos masivos no es central para el abordaje. Rogers (2013) propone que los investigadores diseñen sus propias muestras con los medios y tamaños que se encuentren al alcance de cada uno de ellos, usando herramientas digitales y objetos nativos a fin de resolver preguntas de investigación que indaguen en los aspectos de la vida social que los objetos digitales puedan develar. La investigación con conjuntos de datos relativamente pequeños y herramientas digitales modestas es posible (Rogers, 2013, p. 204).

Más importante que la cuestión de la cantidad resulta la de la calidad de los datos. Esta debe estar presente tanto a nivel metodológico como a nivel crítico. El primero refiere a conjuntos de datos confiables que en lo conceptual puedan responder las preguntas de investigación y que en lo técnico contengan datos fiables, limpios y abarquen un período temporal relevante; el segundo, a una investigación que pueda abrir el debate sobre la calidad de los contenidos generados por los usuarios. En ese sentido, se incluye el interés de los medios digitales por las noticias falsas, la automatización de la política, las brechas de género reproducidas en los algoritmos sociales, la participación de los usuarios de medios sociales en la agenda pública, entre otros.

Por otro lado, la Iniciativa Estudios del Software fue fundada en 2007, y rebautizada como Cultural Analytics Lab (en adelante CAL) en el año 2016. El proyecto se apoya central en la figura de su creador, Lev Manovich. Podemos distinguir dos momentos en su producción: un primer momento dedicado a la reflexión teórica, y un segundo momento centrado en la investigación empírica promovida desde el CAL. En su primer libro, El lenguaje de los nuevos medios (Manovich, 2005) la computadora como meta-medio de comunicación ocupaba el lugar central de su producción, mientras que en El software toma el mando (2013) el lugar central lo ocupan los programas productores de cultura digital. Para Manovich es el dispositivo técnico, sea el hardware o el software, el mayor determinante de la cultura digital. Los usuarios, el contexto sociocultural o los condicionantes económicos juegan un papel secundario y poco referido en sus investigaciones (Szilak, 2013). Pero es su segunda etapa, centrada en el Cultural Analytics Lab, la que aquí nos interesa, dado que es en ella donde radica su propuesta de análisis de objetos digitales. En esta su producción se desplaza desde la creación objetos estéticos hacia el análisis de objetos estéticos, digitalizados en un primer momento y nativos digitales luego. Pero no es el giro hacia lo empírico y el análisis de objetos el que ocupa el protagonismo en su proyecto científico, sino su estudio a gran escala. Este es el proyecto que lleva a Manovich a captar el interés de las ciencias sociales y las humanidades en el mundo. Manovich busca reinventar el campo de las humanidades, las artes y otras disciplinas asociadas. Así funda su propio abordaje, la analítica cultural. La define como el análisis de datos masivos y flujos usando técnicas computacionales y de visualización (Manovich, 2009; 2016). Manovich se traslada a un mundo ajeno o marginal a las ciencias, como es el análisis de las producciones de la cultura masiva: el análisis del manga japonés, las tapas de la revista Times, los planos de Dziga Vertov, los cuadros de Van Gogh y Rothko, y, finalmente, las fotografías de Instagram (Manovich, 2012; 2016). Lo que hay en su laboratorio son objetos visuales de la cultura de masas, pero recolectados a gran escala, multiplicados en un laboratorio con alta disposición de tecnologías.

Para Manovich son fundamentales las tecnologías y recursos que permiten capturar datos, fijarlos en un dispositivo y verlos a gran escala. Esas son las tres estrategias centrales para su laboratorio: multiplicar, fijar y visualizar millones de objetos digitales. Los dispositivos de hardware y software que procesan información y las convierten en visualizaciones son de alta tecnología, de modo tal que una vez procesados en una supercomputadora científica y proyectados en un wall screen de diez metros de ancho por dos metros y medio de alto, compuesto por setenta monitores de treinta pulgadas, los objetos digitales se convierten en artefactos. Para que la estrategia sea científica no solo es necesario visualizar los objetos, sino atribuirles un sentido. Este emergerá de las similitudes, recurrencias y ciclos que muestran las visualizaciones a los que Manovich denomina patrones, los que emergen del procesamiento complejo de las imágenes. No requiere que el investigador se posicione ante su objeto de estudio formulando preguntas de investigación, hipótesis de trabajo, recortes de objeto de estudio ya que los datos, impulsados por la tecnología, hablan por sí mismos. El investigador funciona como un coordinador de dispositivos y recursos, y fundamentalmente traduce a textos lo que ve en las visualizaciones.

Por otra parte, la sociología digital, liderada por Noortdje Marres (2017), no pretende instalar una nueva metodología digital, sino interrogar críticamente a los métodos y objetos digitales, añadiendo una ontología y una epistemología de las relaciones entre lo tecnológico digital y lo social. La sociología digital se apoya sobre tres ejes. El primero lo constituye la computarización de lo social. Esta no se reduce a algunos dominios específicos como el comercio electrónico, el activismo social o las comunidades virtuales. Lo digital toca la mayoría de los aspectos de la vida social. Ya no es especial, y debe ser dirigido como una parte, sino hacia todas las áreas de la sociología, desde la ciudadanía hasta la intimidad, pasando por las relaciones entre los estados y la economía, el rol cambiante del trabajo en la sociedad, la experiencia-sujeto y la naturaleza, de las relaciones de género a la ciudad (Marres, 2017, p. 13).

El segundo se centra en la gran cantidad de información que generan las tecnologías incorporadas a la vida cotidiana, como las trazas que dejan los Sistemas de Posicionamiento Global (GPS) en interacción con los teléfonos inteligentes, o la abundante información sobre las experiencias de la vida contemporánea que capturan las plataformas sociales. El uso ubicuo de celulares inteligentes y plataformas digitales y la integración de sistemas computacionales en el transporte, las comunicaciones y los sistemas de energía, en forma de sensores han resultado en lo que llamamos el diluvio digital [digital deluge]: una riqueza de trazas digitales que pueden ser usadas para la investigación y otros propósitos prácticos (Marres, 2017, p. 14). El tercero consiste en el desplazamiento del rol de los dispositivos, procesos y prácticas tecnológicos.

Luego de ser durante dos décadas objeto de los estudios sociales, ahora pasan a ser parte del proceso de la investigación social, y a configurar nuevos modos de investigación científica.

Marres (2017) entiende que existen vínculos entre la vida social y las infraestructuras digitales, pero prefiere plantear el tema no como un hecho cerrado, sino como un artefacto abierto sometido a crítica. Por eso se detiene en los argumentos de los defensores de esa relación, como en los de sus detractores. Para la sociología digital las trazas digitales forman parte de una reflexión crítica que presenta dilemas, ventajas y desventajas. Entendiendo que la investigación basada en datos puede aumentar el conocimiento de lo social, la crítica de Marres descansa en los aspectos de falta de teoría, reduccionismo empirista y fácil reproductibilidad de los métodos digitales. Para Marres, el uso de métodos digitales, denominados por ella ‘métodos de interfaz’ debe ir de la mano con el replanteo de los conceptos para el estudio de la sociedad y con un ensamblaje entre métodos y teoría social, tradiciones de investigación y estudios empíricos (Marres, 2017, p. 113).

Si bien los tres programas se enfocan al estudio de objetos digitales producidos en la Web, presentan diferencias epistémicas y metodológicas. La iniciativa de métodos digitales se enfoca en la doble intención de estudiar la Web para la comprensión tanto del funcionamiento de las plataformas digitales como de los fenómenos sociales, considerando una metodología flexible, al alcance de los investigadores sociales tanto en relación a la cantidad de datos recolectados como al uso de técnicas digitales disponibles en la Web y reorientadas a la investigación social. Por su parte, la analítica cultural se interesa en enfocarse a las prácticas culturales desde un sentido más bien estético que de comprensión de lo social, poniendo el acento en la gran escala del procesamiento, así como en el uso de tecnologías de proyección sofisticadas, proponiendo un análisis basado en gráficos y visualizaciones. Por último, la sociología digital se centra en un enfoque más reflexivo, intentando comprender cuáles son los aportes de los métodos digitales a una reformulación de las ciencias sociales, en su sentido epistemológico, y recuerda que el uso de métodos digitales y datos producidos en la Web implica una delegación a dispositivos y datos no controlados por el investigador. Las tres iniciativas comparten una inclinación a identificar patrones, recurrencias, secuencias y redes. Podemos asociar las diferentes vertientes de los métodos digitales a las escuelas sociológicas funcionalistas, basadas en el análisis de sistemas y subsistemas (Giddens y Turner, 1991). La visibilización de estructuras deja de lado las agencias, los procesos y los significados. Es cierto que podemos encontrar matices en estas posibilidades. Mientras que las investigaciones de Manovich, muy cercanas a los supuestos de las ciencias de datos, toman una línea pura de reconocimiento de patrones y de grandes estructuras, parece haber más lugar para la acción interpretativa en la iniciativa de métodos digitales. Estas características han de ser tenidas en cuenta para una propuesta de traducción.

CRÍTICAS A LOS MÉTODOS DIGITALES

En los últimos años, la cerrada posición de las plataformas sociales para el acceso académico a los datos no ha contribuido a un avance en la investigación con métodos digitales. Luego del caso Cambridge Analítica, consultora privada que logró acceder a los datos de ochenta millones de usuarios de Facebook a través del desarrollo de una aplicación denominada justamente This is Your Digital Life, las plataformas sociales han extremado su política de acceso a datos complicando aún más su acceso a los actores académicos, que son quienes realizan verdadera investigación en Internet (Bruns, 2018).

También resulta complejo el desentrañamiento de las relaciones entre trazas digitales y vida social, ya que, debido a los datos sesgados, falta de estándares en formación de las muestras, carencia de metodologías para estudios multiplataformas y desigual acceso de los individuos y los grupos a las infraestructuras no es posible establecer una relación de equidad entre los datos y la vida social.

Tufekci (2014) identifica una cantidad de sesgos estructurales de grandes sets de datos. La autora indica que la mayoría de los estudios de big data recurren a Twitter para formar sus sets de datos, mientras que otras redes, Facebook, por ejemplo, se encuentran totalmente subestudiadas. Es fácil suponer que mientras que Twitter ofrece la posibilidad de realizar consultas abiertas a sus API y sus estructuras de metadatos son claras y significativas, las de Facebook permanecen cerradas y sin posibilidad de que los investigadores accedan a sus datos. Este desequilibrio produce una fallida modelización del big data social, para la que Twitter suele ser el modelo generalizado ya que está sobreestudiada, con lo que se corre el riesgo de equiparar las modelizaciones de otras plataformas al modelo de Twitter. Para la autora existen también otros sesgos relativos al modo en que se construyen las muestras, por ejemplo, poco cuidado en el diseño de consultas a hashtags, o el problema de muestras poco claras o representativas, además de la prevalencia de estudios de plataformas simples que saltean la amplia ecología de interacción y difusión mediática.

Por otro lado, Couldry y Hepp (2017) encuentran errados los enfoques basados en datos. Para los autores, su argumento malinterpreta el mundo como plano, y únicamente accesible como agregación de datos registrados en varios ámbitos digitales, y relacionados solo mediante la infraestructura tecnológica. Tampoco están de acuerdo con considerar las trazas como elementos neutrales que nos ofrecen un acceso transparente al mundo social. Los autores aceptan que no existen fenómenos neutrales, pero las trazas digitales descansan en los procedimientos técnicos de las instituciones poderosas que producen ese tipo de información.

Por otra parte, en los últimos años surgen nuevas corrientes que centran su mirada en los datos, pero de modo crítico, entendiéndolos como un medio de colonización para el que debe ser construida una resistencia que mire hacia el sur. La divisoria norte-sur en estudios de big data es retomada desde la perspectiva de los estudios críticos por la iniciativa Big Data from the South (Milan y Treré, 2017). Formulada a modo de red académica, promueve los abordajes críticos de los fenómenos asociados al big data, como la extracción y comercialización de los datos personales de los usuarios por parte de las plataformas sociales, las afectaciones a la privacidad de los individuos en el uso de sistemas digitales de vigilancia y control por parte de los estados como las biometrías o bases de datos con información religiosa y racial, principalmente en países de África y Asia (Arora, 2018) entre otros. El sur en este caso no se considera como una localización geográfica sino en tanto lugar de resistencia y respuesta decolonizadora a las prácticas epistemológicas colonialistas (De Souza Santos y Meneses, 2014). Dentro de estas se encuentran las prácticas extraccionistas de datos y subjetividades denominadas de modo amplio como datificación (Couldry y Mejías, 2019). En los términos en los que se formula hasta el momento el abordaje de Big Data from the South resulta más crítico y político que empírico y culturalista, aunque el movimiento se formula de modo amplio y heterogéneo de modo que todos los abordajes que se formulen desde el sur puedan tener cabida. Dado que en la actualidad las plataformas sociales, principalmente las que se encuentran bajo la órbita de Facebook, son objeto de revisiones y críticas a partir de sus poco claras políticas de manejo de datos, entendemos que estas posturas críticas basadas en el cuestionamiento a las prácticas menos constructivas de las plataformas sociales toman importancia..

LOS MÉTODOS DIGITALES Y LA NECESIDAD DE UNA TRADUCCIÓN.

Más allá de las posturas críticas, estudiar los objetos digitales implica comprender el funcionamiento de un entorno digital complejo que combina nuevos modos de comunicarse entre las personas, nuevas maneras de realizar transacciones comerciales en una economía informacional, y nuevas tensiones entre las condiciones estructurales que imponen las plataformas sociales y las posibilidades de agencia y autoexpresión que introducen las redes sociales. Todos estos temas expresan intereses genuinos de las ciencias sociales en todas sus variantes: estudios de medios y comunicación, sociología, ciencias políticas, estudios culturales, entre otros. Por otro lado, el interés por los objetos digitales y la instalación de los métodos digitales coincide con un periodo de expansión de las redes sociales y de apertura de API, aunque en los dos últimos años esta posibilidad experimentó diversas restricciones.

Tal como demostramos en la segunda sección, existe un interés sostenido en Internet y las redes sociales dentro de los estudios latinoamericanos. Sin embargo, falta generar conocimiento acerca de la acción específica de las plataformas sociales en relación a los modos en que modelan la sociedad y la cultura contemporáneas. Las redes sociales han sido usadas como fuente de recolección de datos para la comprensión de un problema en particular, más que como parte de un ejercicio reflexivo que alcance a comprender, como un entramado interconectado, la temática específica de investigación, el modo en que las plataformas sociales modelan su expresión pública, y la lógica misma del funcionamiento de las plataformas. En este contexto, y a pesar de las críticas relevadas más arriba, entendemos que el enfoque de métodos digitales puede representar ventajas para el contexto local. Estas son, por un lado, metodológicas, ya que permiten ampliar la base de la investigación empírica recolectando datos a un costo bajo, y promover investigaciones sobre fenómenos contemporáneos, y por otro, epistémicas, ya que a la vez que posibilitan la investigación sobre fenómenos sociales la investigación en métodos digitales permite estudiar y entender el funcionamiento y la lógica de las plataformas sociales.

Por ejemplo, el análisis cuantitativo del segundo apartado devela que Twitter como plataforma es poco estudiada en el contexto latinoamericano, y dado que es posible cierto acceso a los datos almacenados en la plataforma, implica una oportunidad para su estudio. De este modo podría superarse el uso de la Web como fuente documental de trabajos empíricos, como se identificó más arriba, para seguir en la comprensión de procesos propios de la comunicación digital. Estos procesos son precisamente los que modelan, según Nieborg y Poell (2018), los procesos culturales actuales, cada vez más mediados por el uso de plataformas. Los métodos digitales son necesarios precisamente para estudiar estos procesos que entrelazan culturas con plataformas, porque están conformados por los contenidos que se publican en las redes sociales tanto públicas como privadas. Estos contenidos se producen en forma masiva, efímera y su proceso de producción puede ser difícil de recordar, por lo que es más adecuado acceder a los mismos objetos producidos. Los mismos objetos de estudio de la comunicación y los medios, a saber, la conversación política, la construcción de identidades, la movilización pública, son objetos que sufren transformaciones cuando se convierten en objetos de expresión de los usuarios en las redes sociales. Los métodos digitales permiten avanzar en el conocimiento del modelado de la materialidad digital sobre los mencionados intereses. No se trata de sustituir los métodos cualitativos por los métodos digitales, sino en aprovechar el potencial que los primeros ofrecen para contestar preguntas de diferente tenor, y también, de combinar aproximaciones para extender la comprensión de los medios digitales en contextos locales.

Ciertamente, en los últimos años ha habido estudios que usan los análisis centrados en datos, sin embargo, no han sido suficientes como para plantear una transformación metodológica a un nivel generalizado. Entre los intentos se destacan los trabajos de Mateo, Martin, Valle y Aragón (2015), quienes realizan un análisis de redes sobre las conversaciones del hashtag en Twitter #yosoy132, Reguillo Cruz (2017), quien usa análisis de hashtags y teoría de redes para referir a los movimientos sociales mexicanos y globales, y Meneses, Del Campo y Rueda (2018), quienes usan big data para analizar las conversaciones de Twitter en relación a la visita de Donald Trump a México en 2016, Ortega Gutiérrez, Sued y Meneses (2019) analizan la solidaridad en grupos de WhatsApp durante el sismo del 19S, Rodríguez Kedikian y Sued (2018) analizan la conversación política en el Twitter argentino a partir de la evaluación de la gestión de su presidente, y Sued (2018) explora la representación de tres ciudades iberoamericanas en Instagram. En Brasil se destaca el trabajo de Raquel Recuero y colaboradores acerca de la conversación en Twitter en torno a la política brasilera, analizando polarización y cámaras de eco a través de un conjunto de datos extraídos de Twitter (Recuero, Zago y Soares, 2019), En vista de estas evidencias resulta adecuada la hipótesis de Meneses (2018) de que la falta de diseminación de conocimientos y de contacto con los pocos centros académicos expertos es una barrera a superar para que se difundan los métodos digitales, dado que existen el interés temático y su inclusión en las agendas académicas.

Esta falta de diseminación del conocimiento en una dirección norte-sur es caracterizada de modo global por Waisbord (2016) como uno de los problemas que acarrea la globalización académica. El autor denomina traductibilidad al proceso de intercambios de conocimiento que se da entre culturas académicas diferentes.

El caso de los métodos digitales presenta diferencias con otras perspectivas que ya han sido recibidas y readaptadas en Latinoamérica. Por ejemplo, la economía política de la información, la semiótica y los estudios culturales, han sido recibidas y reelaboradas en Latinoamérica, adquiriendo características propias. En ese caso Enghel y Becerra (2018) se preguntan si es posible trasladar las contribuciones latinoamericanas a la investigación del norte, principalmente en lo que hace a la toma de posición como sujetos políticos que caracteriza a los investigadores latinoamericanos y de los que en muchos casos la ciencia del norte podría beneficiarse. Pero en el caso de los métodos digitales la traducción necesaria es doble. Primero hace falta un acercamiento y mayor colaboración de los investigadores del sur con los del norte para formarse en las metodologías y técnicas necesarias. La mediación de artefactos tecnológicos, fundamentalmente piezas de software desarrolladas ad hoc para sus investigaciones, o la reorientación de otras disponibles en la Web, pero creadas con objetivos diferentes, son, más que herramientas, actores fundamentales en la construcción de los nuevos métodos. La adquisición de estos nuevos materiales no puede ser acrítica. Deben tenerse en cuenta sus alcances pero también sus limitaciones, el posicionamiento controvertido que los métodos digitales alcanzan actualmente en la ciencia global luego del caso Cambridge Analítica (Rogers, 2018), la naturaleza socialmente construida tanto de los datos como de las herramientas usadas para procesarlos, y la construcción mítica que equipara el uso de datos digitales a datos más objetivos o verdaderos que los provistos por otros métodos y técnicas de recolección (Boyd y Crawford, 2011). A la luz de lo expuesto resulta necesario proponer una adaptación de los métodos mixtos que respeten la cultura académica latinoamericana y pueda que contribuir a contestar los interrogantes que se encuentran en la base de sus estudios.

El principal problema que se plantea en este pasaje es que las tres perspectivas descriptas más arriba operan de modo distante (Moretti, 2007), fundamentalmente cuantitativo y estructural, mientras que la investigación en comunicación y medios digitales en Latinoamérica se ha basado en métodos cualitativos, a veces de corte etnográfico e interpretativos, centrados en las prácticas de los sujetos. Por lo tanto, una traducción de métodos digitales necesita de la conciliación de dos culturas académicas diferentes.

Nuestra propuesta consiste en plantear una alternativa a los métodos digitales que permita producir una aproximación lo suficientemente distante como para identificar las estructuras que emergen en las perspectivas formalistas, pero lo suficientemente cercana como para atribuir sentido a los objetos digitales, en un intento de superar las dicotomías entre los enfoques cercanos y distantes, las determinaciones de los comportamientos sociales por la estructura y la agencia, y los propósitos de las investigaciones en relación a la identificar patrones e interpretar signos. Es necesario encontrar una estructura intermedia que nos permita pasar de las estructuras al sentido, de la cantidad a la interpretación. Para realizar este pasaje, es necesario tener en cuenta tres dimensiones. En primer lugar, un abordaje ontológico de los datos digitales para entenderlos como objetos culturales semióticamente complejos, estructurados como datos y metadatos que reúne información textual, visual, numérica, de localización, entre otras. En segundo lugar, hace falta incorporar al trabajo de investigación social métodos y herramientas digitales. Pero esta incorporación debe realizarse cuidadosamente, sopesando los beneficios de su uso en términos de avances de conocimiento, con las limitaciones técnicas originadas en el uso de herramientas diseñadas por terceros y de datos que contienen sesgos por originarse en plataformas ajenas al trabajo de la investigación. Por lo tanto, su uso se justifica en función de generar una visión crítica de los medios y plataformas digitales y del modo en que estas inciden en la construcción de las esferas sociales y culturales, de mantener una tradición sociosemiótica que indague en la producción social de sentido de los objetos digitales, de identificar las relaciones de producción y reproducción de significados como una intermediación entre infraestructuras, contenidos y usuarios, de denunciar la influencia de las infraestructuras globales en los procesos socioculturales locales, de identificar las hibridaciones que caracterizan la cultura latinoamericana en los medios digitales. En tercer lugar, se debe crear aproximaciones empíricas propias que puedan conciliar los métodos cuantitativos, necesarios para apreciar tanto las grandes tendencias en la expresión pública de las redes sociales (Flores Márquez, 2019), con los métodos cualitativos que permitan al analista responder preguntas particulares y atribuir una descripción densa de los datos (Geertz, 1992). Esto último solo puede ser realizado desde una aproximación cercana a un conjunto de datos reducido. Nuestra propuesta de traducción se basa en el diseño de un método de investigación que aborde los objetos digitales en varios niveles de análisis: uno distante, un segundo intermedio, y un tercero cercano. Cada uno estará conformado por diferente cantidad de objetos, y así el investigador podrá alejar la mirada para observar patrones, recurrencias y tendencias, y luego acercarla para ir develando problemas concretos dentro de un corpus extenso de objetos. Los agrupamientos, redes y estructuras develados por los métodos digitales bien pueden sernos útiles para profundizar las investigaciones observando en ellos sobresalientes, agrupamientos significativos, recurrencias, y otros elementos que puedan ser específicamente problematizados, yendo más allá de una mirada exploratoria. No nos es posible en este trabajo dar criterios a priori para definir lo sobresaliente, sólo podemos decir que los puntos en los que nos detengamos pueden presentar anomalías y hacer surgir una pregunta, pueden conformarse como grandes conglomerados y conducirnos a un conjunto de objetos más reducido que pueda ser visto de cerca. Podemos dedicarnos a analizar los primeros objetos en los rankings de reacciones, pero también a hacer lo mismo con los que menos reacciones reciben.

Allí, reduciendo el conjunto de datos, pero no de manera aleatoria sino siguiendo las formas sobresalientes de la red, podremos tratar el conjunto de forma cualitativa. Además de las características individuales y circunstanciales de los objetos, emergerán allí las características del nivel de los agregados.

Daremos un ejemplo conciso. En una investigación acerca de la representación de las ciudades iberoamericanas en Instagram (Sued, 2018), graficamos una red de hashtags co-ocurrentes para un conjunto de cuatrocientas fotografías etiquetadas como #cdmx, previamente seleccionadas de un corpus de mil setecientas. Empleando el software Gephi visualizamos la co-ocurrencia de etiquetas en una red (Borra y Rieder, 2014) donde los nodos están formados por etiquetas y los enlaces por cada fotografía publicada. Visualizamos clústeres o grandes grupos de comunidades, tal como muestra la figura 3.

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Nota: Verde claro: ciudades globales. Rosado: moda, estilos de vida, arte y decoración. Verde oscuro: arte urbano, grafiti y turismo local. Celeste: comidas y bebidas. Naranjas: turismo, viajes, colectivos de Instagram globales, Turquesa: turismo local, colectivos de Instagram locales.

Fuente: Elaboración propia con Gephi. Clústers por color

Figura 3. 

Gráfico de red de co-hashtags en #cdmx

El análisis visual de redes nos permitió identificar que las fotografías se agrupaban en clústeres temáticos. De los presentados, nos interesó especialmente profundizar en el clúster verde oscuro que se encuentra en la esquina superior izquierda del gráfico. Allí se agrupan un conjunto de etiquetas que hacen referencia a la práctica fotográfica en combinación con la cultura mexicana, por ejemplo #mextagram, #streetphoto, #igersmexico, #mexicanoscreativos, entre otros. Este clúster nos interesó particularmente porque entendimos que en ese conjunto de imágenes podríamos profundizar sobre la estética de la fotografía compartida, y en particular sobre cómo esta se expresa en el contexto mexicano. De allí pudimos acercar nuestra mirada a un conjunto de 61 fotografías que compartían estas etiquetas, para realizar un análisis más detallado (figura 4). Notamos que estas imágenes no son casuales, la mayoría de ellas tienen una preproducción o una posproducción y fueron tomadas con cámaras DSLR (Digital Single Lens Reflex). Al revisar los perfiles de los autores notamos que la mayoría de ellos tienen un vínculo con la práctica de la fotografía, pero muchos además son arquitectos, diseñadores, viajeros, historiadores, artistas. Al menos la mitad de ellos tienen seguidores que van desde los mil hasta los 12 mil. Muchos de ellos también se dedican solamente a la temática urbana. En esta colección encontramos escenas que representan la ciudad tanto con elementos estéticos como con elementos narrativos: arquitecturas, formas geométricas, paletas saturadas, mezclas de lenguajes forman parte de los primeros. Acontecimientos políticos (la segunda imagen corresponde a una movilización por el caso Ayotzinapa) activismos de género (la quinta imagen refiere a un tendedero por la violencia de género) identidades locales a través del grafiti o la comida forman parte de los segundos (Sued, 2019)

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Fuente: Elaboración propia

Figura 4. 

Fotografías etiquetadas como #CDMX y #MEXTAGRAM.

En este caso, hemos intentado conciliar un análisis estructural con otro de corte cualitativo, para lo que necesitamos acercar la mirada y reducir el corpus de trabajo.

No debe entenderse, sin embargo, que una traducción entre culturas académicas puede reducirse a un diseño metodológico, pero este es parte importante de la traducción. Será necesario también plantear una agenda de investigación que aborde críticamente los temas comunicacionales de la región, donde la impronta política es fuerte, estrechar las relaciones entre investigadores, proponer nuevos ámbitos de estudio

A MODO DE CONCLUSIÓN.

Una traducción latinoamericana de los métodos digitales implicará entonces conciliar escala con interpretación, calidad con cantidad y metodologías con críticas.

También es importante que los métodos mixtos sean accesibles a la mayor cantidad posible de investigadores y de sectores de la sociedad civil. Por el contrario, no han sido las inversiones en infraestructuras lo que ha distinguido a la investigación en comunicación latinoamericana, sino la creatividad de sus ideas y su validez para el análisis de procesos locales y en muchos casos globales.

En otras palabras, los métodos mixtos en Latinoamérica deberán poseer la disponibilidad de los métodos digitales, la creatividad de la analítica cultural, la interpretación de la lectura distante, la interrogación crítica de la sociología digital, y las características propias de contenidos y estilos. Es posible que no admita conformarse con la visibilización de patrones y que necesite interpretarlos en función de las teorías generadas y explicarlos con sentido crítico. Es necesario que sus objetos de estudio visibilicen los procesos locales de construcción de sentido, identidad y relaciones de poder. Pero, además, deben promoverse lazos de intercambio, cooperación y aprendizaje colectivo entre investigadores, debe fortalecerse la construcción de espacios propicios tanto para la producción de conocimiento social y tecnológico, como los medialab (Hayles, 2012), entre los que el Signa_Lab de México (https://signalab.mx/) constituye un buen ejemplo, como para el intercambio de conocimientos técnicos y conceptuales.

A la inversa, podemos preguntarnos de qué tradiciones latinoamericanas de comunicación pueden servirse los métodos mixtos globales para cobrar nueva fuerza y adquirir matices diferentes. Por su parte, la tradición latinoamericana aportará la visión de la cultura como hibridación y de las relaciones entre agencia y estructura, las preguntas sobre el rol de los objetos digitales culturales en los procesos de reproducción y transformación social, la mirada democratizadora de los procesos de investigación y de producción en comunicación, la pregunta por el sentido de las producciones digitales.

En aras de la comprensión de los procesos sociales y por supuesto comunicacionales actuales, el uso de métodos digitales en Latinoamérica no debería desecharse. En favor de la continuación de las tradiciones construidas, su uso acrítico no debería admitirse. Es ese interjuego entre lo global y lo local, y lo sistemático y lo crítico que los métodos digitales pueden posicionarse en América Latina.

 

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