Preguntas por la literatura en la era digital. Una introducción

Mendoza Juan JoséSued Gabriela

Preguntas por la literatura en la era digital. Una introducción

Virtualis

Tecnológico de Monterrey

Resumen:

En esta introducción se señalan algunos de los interrogantes que conformaron el punto de partida para la confección de este volumen dossier de la revista Virtualis, dedicado especialmente al tema de Preguntas por la literatura en la era digital. Los cuestionamientos actuales por el sentido y la literariedad de lo literario dan motivo a este número, abriendo nuevos tópicos de discusión. Entre estos se encuentran tanto la emergencia de nuevos objetos de estudio como el surgimiento de marcos teórico-críticos que conforman nuevos planteamientos sobre las formas de representación de la literatura en el siglo XXI y las maneras de leer en la era digital.


Palabras clave:

Lectura, crítica literaria, medios electrónicos, literatura contemporánea, .

Si bien la palabra ya aparecía en Quintiliano, la noción moderna de literatura fue acuñada por Staël, M. (1829). . Paris: Pilet.Madame de Staël en 1799, en su tratado De la literatura, considerada en sus relaciones con las instituciones sociales, donde expresamente presentaba su concepción del hecho literario como un hecho social: '...es necesario representar la importancia de la literatura, considerada en su más lata acepción; es decir encerrando en sí los escritos filosóficos y las obras de imaginación, cuanto concierne finalmente al ejercicio del pensamiento en los escritos, excepto las ciencias físicas'(p.27). ¿Cuánto se ha modificado aquella concepción de lo literario desde el siglo XVIII hasta el presente, este tiempo posterior a la época literaria? ¿Cuánto de aquella comprensión de la literatura como un hecho social pervive en nuestro contexto de proliferación tecnológica de los discursos?

Hipertextos, film footages, apropiacionismo, proyectos de digitalización, narrativas tecnológicas, toda una serie de procedimientos y técnicas que ripean tradiciones, samplean pasado o reescriben obras específicas son insinuadas al resplandeciente reino de la era digital. Ante el cambio de circulación de los textos que el estado actual de la cultura supone, emergen una serie de interrogantes: ¿Qué nuevas preguntas les hacemos a los textos? ¿Cuáles de las antiguas permanecen?¿Cuál es el comportamiento literario de determinados textos en los contextos no literarios del presente? ¿Qué queda de la literatura, sus pasados, sus tradiciones, en los torbellinos hipertextuales de la era digital? ¿Qué nuevas formas de representación del pasado y las tradiciones nos están golpeando a la puerta? ¿Es el lector contemporáneo un DJ de textos que navega, inexpugnable, por una masa amorfa y deshistorizante de discursos? Y la pregunta por la literariedad misma: ¿qué último resto de literariedad sobrevive en los cibertextos?

Los estudios literarios -con su comprensión histórica de los textos- sugieren marcos específicos para el examen del hecho literario como un hecho fechado. Cuestionado el antiguo rol de la crítica, debilitado su antiguo poder canonizador y disipada la idea misma de 'valor' como criterio crítico, la teoría al parecer está siendo relevada de su capacidad para impartir 'criterio estético'. Ese rol paulatinamente va siendo tomado por la 'crítica en vivo' de los algoritmos de búsquedas en Internet, que también establecen jerarquías, tendencias y criterios 'automáticos' para la lectura en un contexto de entropía y disolución general del campo. Pasadas las exigencias de una renovación disciplinar que solo terminó replegando a la teoría y a la crítica sobre su propia tradición -historia de las ideas, historia literaria, historia de la crítica, metacrítica, revalorización de la filología- continúan imponiéndose, sin embargo, una serie de transformaciones que atañen a los comportamientos de la textualidad en el presente y que todavía interpelan el porvenir de la crítica, de la teoría, de la literatura. Nuevos tipos de textualidad, nuevos objetos de estudios y nuevas maneras de leer continúan surgiendo. Cuando no, originando nuevas prácticas lectoras, desafiando los estatutos disciplinares, derrumbando concepciones de la teoría y la crítica, promoviendo una serie de transformaciones de grado que el status quo de las maneras de leer vislumbra de reojo. Es que si los textos literarios que le dieron fundamento continúan manteniendo su lugar de posición en el canon occidental: ¿por qué la crítica habría de abandonar los textos literarios y la literatura como sus grandes objetos históricos por excelencia? ¿En nombre de qué artefacto digital con obsolescencia programada renunciar a ese enorme acervo bibliográfico tomado por las intertextualidades intermitentes, los archivos efímeros, las referencias protocolares? Una de las claves de los 'nuevos objetos' reside en que la era digital hace una apología de los 'géneros menores', deconstruyendo las tradiciones y configurando acaso un nuevo tipo de potencia.

El presente nos lega una serie de intervenciones que se imponen como pequeñas partículas de textualidad yuxtapuestas en la cadena de montaje de las tradiciones. Hipervínculos, enlaces, glosas, fragmentos proliferantes, notículas, archivos, detalles, notas al pie del canon y de la gran literatura, todo ello nombra los 'nuevos' géneros y objetos, nuevos modos de la textualidad contemporánea. Formas que, no obstante, también gozan de su propia tradición en la milenaria historia del humanismo, entre la emergencia de nuevos objetos textuales en medio de la dispersión general del campo. ¿La Historia Literaria aparece como un nuevo campo de trabajo? La misma Historia nos da una respuesta, convirtiendo al presente en un tiempo decididamente paradójico: historizante y deshistorizante al mismo tiempo, comprometido con los procedimientos textuales, pero vaciados de toda la potencia experimental de las vanguardias históricas.

Literatura, literariedad

Concebidas las ciencias también como un discurso (de ser ellas también un conjunto de prácticas atravesadas de discurso) ¿cuál es la especificidad de la literatura? Comprendida como algo definitivamente fechado en la historia, ¿la literatura se ve verdaderamente interpelada por la era digital, una edad de los textos en la que al parecer una nueva ontología extraña a la cultura letrada se impone? Y, asimismo, ¿lo que se entiende o se ha entendido por literatura entre los siglos XVIII y XX debería necesariamente ponerse en consideración con aquellas expresiones estéticas contemporáneas que desdibujan o vuelven borrosa la literariedad de lo literario? ¿Atañe ello a los estudios literarios u obliga ya inexorablemente a la construcción de nuevas perspectivas de trabajo? ¿Cuáles son o podrían ser?

Desde las vanguardias históricas, sino antes, son varios los momentos en los que el encuentro de la literatura con otra cosa potenció sus sentidos y transformó las concepciones de lo literario. El decadentismo, la imaginación técnica, el cine, la TV, el teatro, el folletín, el cómic, la filosofía, el arte, la historia o la política funcionaron en muchos momentos como bordes de lo literario, momentos de peligro y de disolución que paralelamente atrajeron otras fuerzas hacia el centro gravitacional e incierto de lo literario. Al mismo tiempo, esos encuentros muchas veces también oficiaron como liberadores de fuerzas que mudaron la potencia de la escritura hacia otros campos. Pensando conceptos como los de ciberliteratura, no se puede desconocer la emergencia de un nuevo borde histórico de lo literario, una nueva fisura en cuyo abismo se abre paso el encuentro de la literatura con la era digital. En esa confluencia, la perspectiva cultural muchas veces ha hecho de la literatura el 'pariente pobre' del vínculo, pese a ser ella la gran dadora de los fondos documentales y bibliográficos que sirvieron de base a un 'nuevo arte' todavía innominado. Un nuevo arte que, aun concebida su existencia solo por fuera de los estudios literarios propiamente, se impone como un intersticio, una encrucijada entre universos repelentes, portadores cada uno de ellos de tradiciones extrañadas. En ese contexto ha sido un lugar común pensar a la literatura como parte de una retaguardia resistente, todavía replegada sobre una tradición que hace de sus pasados su potencia. Alejada de estas nuevas artes innominadas que la era digital parece traer consigo, la tradición de la literatura ha preferido, en algunos casos, el repliegue sobre sí misma, promoviendo una política del anacronismo deliberado y de roce con la época, potenciando obras literarias que hicieron un uso desviado de las tecnologías y reutilizando estéticas de tecnologías en desuso, como el apropiacionismo, el revival y el steampunk. En este nuevo contexto, una vez más: ¿cómo comprender las antiguas funciones (sociales, culturales) de la literatura? ¿Qué es lo que queda de ellas? O, incluso, ¿cómo pensar los usos estéticos de las tecnologías? Una pregunta aquí, que puede emerger como un modo de respuesta a las interrogantes anteriores, consiste en comprender si el cibertexto, el hipertexto o la Internet misma no ocupan una parte importante del lugar cultural que antaño le correspondió a literatura. La cuestión en torno a la función social del arte y la literatura (ya sea entendida en su carácter ocioso, político o cultural, o atendiendo a aquella función catártica que Aristóteles le asignaba al teatro clásico) redespliega el sentido de las investigaciones en torno al pasaje de la lectura intensiva a la lectura extensiva en los umbrales de la modernidad, y resignifica la indagación actual respecto a la lectura como barrido automático de fragmentos en tiempos de Internet, capitalismo y esquizofrenia.

Representaciones de segundo grado

En el plano de las narrativas y las poéticas contemporáneas, entre finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI surgieron estrategias de asimilación de temas, modos del relato y discursividades procedentes de lo tecnológico (estéticas del video-game o del correo electrónico mixturadas con discursos procedentes de la informática; o escenas y discursos procedentes de las biotecnologías y del bioarte que derivaron en determinadas prácticas de la literatura contemporánea). Si el cine y los massmedia implicaron en el siglo XX diversas formas de representación, los multimedia (con sus variables de texto, imagen, sonido y videos interactivos) se impusieron, a su vez, hacia el fin del siglo XX y principios del XXI como formas de representación y de reconfiguración de los medios. Esto, a su manera, habilitó la emergencia de una serie de textos 'literarios' caracterizados por la operación de encuentro con lo tecnológico pero también por una determinada nueva forma de representación a la que se podría considerar como una representación en segundo grado: esto es, un modo de representación que tomó a las pantallas y a las tecnologías como referentes [un modo de representación que tomó 'el mundo mediado a través de las pantallas' como referente].

Atentas a este detalle, distintas obras literarias del siglo XX y comienzos del siglo XXI participaron cada una en diversos grados de paradigmas del encuentro entre la literatura y lo tecnológico, y de determinadas formas de transcripción de las pantallas al papel. La apelación al mundo digital funcionó en algunos de estos textos no solo como un modo de ambientación sino también como constitutivo de aparentemente nuevas ontologías de lo literario en su encuentro con lo tecnológico, postulando el intento de emergencia de nuevas poéticas, de una narrativa experimental tomada por nuevos procedimientos, nuevas formas de representación.

Al mismo tiempo, diferentes experimentaciones narrativas derivaron sus efectos hacia nuevas concepciones del relato histórico. La organización de archivos, bibliotecas o tradiciones, la emergencia de determinados proyectos de digitalización de textos, entre un sinnúmero de nuevos avatares, pergeñaron un nuevo régimen de 'experimentación' con el pasado. En los primeros años del siglo XXI fue interesante advertir el modo en que la experimentación literaria y la desestabilización del punto de vista y de la voz narrativa habría habilitado la emergencia de formas de la narración en la que el lugar del referente se volvió ubicuo también a la hora de representar acontecimientos históricos. Desdibujado y difuso, el pasado se volvió una materia fungible que se transforma con el uso. Vuelto un material plástico, moldeable a los requerimientos de presentes efímeros y cambiantes, el pasado también se convirtió en una materia tomada por el imperio de un nuevo orden de la representación en segundo grado.

Tal como se aprecia en estas dos instancias puestas en contrapunto, mientras que proyectos de digitalización de textos pudieron ser pensados como formas de re-contextualización o recolocación de la tradición humanista en uno de los soportes del post-humanismo por excelencia que es la Web -en el caso de proyectos de digitalización y construcción de archivos virtuales puestos en línea-, obras de la literatura contemporánea de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI procuraron arrastrar la experimentación hasta nuevos bordes.

De ello emergieron proyectos de apropiación del pasado y las tradiciones por parte de la literatura. Las lógicas de apropiación que la literatura ya había utilizado en el siglo XX con el periodismo, el folletín, el teatro, el cine y la música, el siglo XXI las reedita con las tecnologías. En ambos casos, se trató de estrategias que pueden ser concebidas bajo perspectivas de lecturas Remodernistas, esto es, leyendo e inscribiendo las nuevas producciones del siglo XXI todavía desde los marcos críticos de la lectura propuestos por la modernidad.

Encrucijadas

Con el propósito de poner en común una serie de interrogaciones que hacen a los estudios literarios en la actualidad, surge la idea de este monográfico de Virtualis dedicado exclusivamente a 'Preguntas por la literatura en la era digital'. Sin lugar a dudas las interrogantes por el sentido y la literariedad de lo literario en el presente -un presente caracterizado muchas veces por la reducción de la literatura a una marca temática de la cultura- están entre las preguntas iniciales que dan motivo al volumen. Pero, un repertorio de cuestionamientos interiores, como mónadas de Leibniz detonando en el espacio aireado de la proliferación, da lugar a dimensiones todavía más profundas de la problemática. Imbricadas unas dentro de otras, originan una estructura de interrogaciones mise en abîme que define el estado actual de nuestras disciplinas en su cruce con nuevas prácticas emergentes: nuevas artes innominadas que también hacen a la lectura y transforman a los lectores -y a los escritores- en DJ de fragmentos. Una vez más: ¿qué queda de nuestras tradiciones en el presente? ¿Qué queda de la literatura -la literariedad de los textos, sus límites, su potencia- en un contexto de archivos automáticos y proliferación desmesurada de los discursos?

Y en este contexto, la pregunta por nuestras propias prácticas de la lectura. ¿Qué queda de nuestras lecturas hechas? ¿De qué modo todavía hacemos de la escritura, de la lectura, de la intervención crítica y de nuestra imaginación nuestros modos de habitar en el mundo? ¿La literatura, su tradición, ha sido solo una tecnología de transición, meramente preparatoria y que habría oficiado de banco de pruebas para la emergencia de una insospechada nueva forma de la imaginación? ¿Comparada con la imaginación tecnológica, la literatura se vuelve ilegible y borrosa, una nube de ruido blanco portadora de una experiencia intransferible, intraducible a la cultura post-humanista?

Las formas de representación del pasado y las tradiciones, o las formas de aparición de la literatura y la historia en el presente adquieren relevancia. ¿Qué cosas nuestras se ponen en juego junto con las permanencias de lo literario en el presente?

Sobre el fin del siglo XX y principios del XXI se abre una discusión en torno de la relación entre cultura letrada, cultura industrial y cibercultura. ¿Qué proyectos de representación de la literatura y las tradiciones emergen en el siglo XXI?

Los artículos que siguen procuran, no tanto responder los cuestionamientos que se plantean, sino más bien acompañarnos en el ejercicio de construir preguntas que, con su sola existencia, ponen de manifiesto los sentidos actuales de lo literario, nuestros archivos, nuestras bibliotecas. La interrogación en torno a los sentidos de nuestra práctica como lectores o como miembros de una comunidad que se conformó en la tradición de la cultura letrada, examinó con rigor las producciones de la cultura industrial y puede examinar, sin estupor, los avatares de la era digital. Una serie de interrogantes nos convocan. En algunos casos, los artículos que siguen doblegan todavía más los sentidos actuales de nuestras preguntas; en otros casos, los trabajos que aquí se presentan, son una respuesta.

Referencias

Staël, M. (1829). . Paris: Pilet.




Referencia Staël, M. (1829). De la literatura, considerada en sus relaciones con las instituciones sociales. Paris: Pilet. Staël M 1829 De la literatura, considerada en sus relaciones con las instituciones sociales Paris Pilet

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